Leer novelas en primaria

La novela merece un espacio y un tiempo en las aulas de los primeros grados de la escuela primaria. Las diversas formas de lectura, nacidas del uso social, e integradas sistemáticamente a las prácticas escolares para la alfabetización, aportan relatos más largos, nuevos saberes sobre género e inician sistemáticamente en las prácticas del lector y del escritor.

Nos dice G. Rodari que « […] los libros nacidos para el “niño-alumno” no permanecen, no resisten el paso del tiempo, las transformaciones sociales, las modificaciones de la moral ni tan siquiera  las conquistas sucesivas de la pedagogía y de la psicología infantil. Los libros nacidos de la imaginación y para la imaginación, sin embargo, permanecen, y, a veces, hasta incluso se hacen más grandes con el tiempo. Se tornan ‘clásicos’.»1 Esta frase parece especialmente dedicada a la obra que comentamos en estas páginas.
Haciendo eje en el disfrute de textos de calidad, desde la organización de la biblioteca del aula y la navegación por Internet explorando versiones o biografías de autor, hasta visitas a librerías y lecturas de reseñas, son muchas las actividades que llegan a hacer efectos notables en el nivel inicial y los primeros grados como para predisponer a sus alumnos a una lectura de novela por capítulos.
¿Pero chicos tan chicos qué pueden leer? Todo lo que un experto les lea con su voz. Leer gracias a la voz del otro pasó de ser un hecho cultural muy antiguo, a ser trabajado  en las aulas como una de las prácticas del lenguaje más vivificantes para chicos y docentes.
Dice Yolanda Reyes del niño de jardín y Primer Ciclo: «Mientras su deseo le pide una novela por entregas, su incipiente nivel de alfabetización le permite leer un cuento insulso para bebés o unas frases sencillas y deshilvanadas de la cartilla escolar, desprovistas de valor existencial. Es entonces cuando el sentido profundo de la lectura puede sufrir un colapso y divorciarse para siempre de la lectura alfabética».2 La escritora colombiana nos hace esta advertencia para que, justamente, no abandonemos en ese momento del arribo a la convención la lectura del adulto para el niño, sino por el contrario. Sumar formas de lectura en lugar de sustituirlas, según sea el propósito que se sostenga en cada caso, es lo que se recomienda con énfasis y experiencias que lo acreditan. Por otra parte existen situaciones de lectura del niño por sí mismo que superan en mucho lo ejercitativo y descifratorio, pero bien sabemos que no hemos de ofrecer los textos literarios largos para ello, salvo en ocasión de relectura de fragmentos y con objetivos puntuales.

 

Dailan Kifki
María Elena WalshEl jueves yo salía tempranito a pasear mi malvón por la vereda, como todos los jueves, cuando al abrir la puerta ¡zápate! ¿Qué es lo que vi? El zaguán bloqueado por una enorme montaña gris que no me dejaba pasar. ¿Qué hice? La empujé. Sí, empujé la montaña y conseguí sacarla a la vereda. Y allí vi, creyendo soñar, que la montaña era nada menos que un elefante. ¿Se dan cuenta? ¡Un elefante!Ya iba a gritar pidiendo socorro cuando me fijé que el animalote tenía una enorme carta colgada de una oreja. En el sobre estaba escrito mi nombre con letras bien grandes, de modo que lo abrí, y esto era lo que decía, escuchen bien: ‘Estimada señorita: Yo me llamo Dailan Kifki y le ruego que no se espante porque soy un elefante. Mi dueño me abandona porque ya no puede darme de comer. Confía en que usted, con su buen corazón, querrá cuidarme y hacerme la sopita de avena. Soy muy trabajador y cariñoso, y, en materia de televisión, me gustan con locura los dibujos animados’¡Imagínense!
¿Se imaginaron?
¿Se imaginan qué problema?

 

La novela y su autora

Así comienza Dailan Kifki, y en estos pocos párrafos se ven las claves de una nueva literatura para chicos lejos de la moralina, que no demoniza la TV ni condena las travesuras y despliega –sin aleccionar con formas correctas y almidonadas– un tono coloquial y cómplice para con el lector, que es incluido por la narradora desde la primera página: «¡Imagínense! ¿Se imaginaron? ¿Se imaginan qué problema?»

Dailan Kifki (1966)3 y toda la obra de María Elena Walsh han sido siempre valorados por maestros y familias, pero algo tan largo se recomendaba solamente para ese tiempo de abuelos o padres antes del sueño. Sí, es larga, tiene 177 páginas divididas en 48 capítulos.

Sí, es verdad que su lectura lleva mucho tiempo de clase y, de hacerla, podría considerarse un proyecto en sí mismo  Se trata de una situación didáctica progresivamente compleja; y con un mismo objeto de lectura durante algunos meses pueden organizarse diversas lecturas y escrituras secundarias y solidarias con el objetivo de disfrutar del relato, de modo que se cumplan los propósitos comunicativos (leer para disfrutar y comentar) y didácticos (enseñar los quehaceres del lector y del escritor al servicio del primero y con eso seguir conociendo el sistema de escritura y sus usos reales)4.

Así, los chicos comentan por escrito una lectura: a través de la mano del docente; los chicos leen un fragmento del texto entre dos; los chicos escriben la lista de personajes para tener un ayuda memoria y contar una parte oralmente a otros chicos, claro, escriben por sí mismos de a pares o de a tres o cuatro.

 

Leyendo una novela en Primer Ciclo

A continuación relatamos una experiencia real que se llevó a cabo en una escuela de Ciudad Autónoma de Buenos Aires:

La docente planificó los puntos esenciales y dejó un margen abierto a modificaciones en el caso de emergentes que pudiesen afectar la situación didáctica diseñada.

Al listar sus previsiones tuvo en cuenta la vastedad del texto y la poca edad de los niños, la diferencia de gustos y de ritmos para adecuarse a secuencias largas, y, entre otros factores, la discontinuidad del acto de lectura que produce la interrupción imprescindible de un texto largo para pequeños.

Se presentó Dailan Kifki al cabo de haber leído y cantado algunos cuentos, poemas y canciones de su autora, de comentar sus efectos, de haber explorado su biografía y su obra en la Web y otros medios durante un par de meses.

Se les cuenta a los padres mediante una nota que han escrito entre todos dictándola a la maestra y luego fotocopiada o copiada a manos según las posibilidades de cada chico o nivel, qué harán y cómo, sabiendo que algunos se incorporarán preguntando en sus casas a los chicos algo sobre la tarea y el relato. Es importante que sepan cómo se trabajará un texto que ha de ser suspendido y retomado, por lo tanto evocado antes de seguir.

En cada casa se participará de forma distinta, procurando que en ninguna se adelante el texto. Hay niños que se negarán a compartirlo con sus padres pero accederán a mostrarles página por página relatándolo a su modo, que es realmente un  modo de leer por sí mismos. Algunos pedirán que se les lean partes ya conocidas una y otra vez. Todo eso es leer.

 

Un cierto orden recomendable

Se iniciará la lectura de D K a razón de tres capítulos por semana. Cada tanto la maestra les entregará una fotocopia del capítulo en tratamiento para que lo relean en sus casas con o sin ayuda de sus mayores y luego comentarlo en la clase siguiente, señalando partes significativas del texto para avalar lo opinado. Pero esto no es conveniente desde el principio sino cuando, en un mes, se pueda intuir que será bienvenido por los alumnos.

La maestra planifica abrir espacios de comentario tras cada lectura y pregunta  a los niños cómo harán para recordar en el próximo encuentro lo que ya ha sucedido. Surgen diversas propuestas, al principio ella escribe frases en carteles con fecha que se colgará en una pared, dictadas por los chicos. El «recordatorio del capítulo leído» (¿podremos decir que es un género?) debe ser breve  y solo lo más importante.

Al cabo de un tiempo los chicos podrán dictar al docente o escribir por sí mismos en equipos (de a 4 o 5 niños) la «memoria» de cada capítulo.

Cuando promedie poco más de la mitad de la novela será posible hablar de ella porque a esa altura ya resultan familiares su contenido, sus personajes y el estilo de la autora.

No obstante es cada maestra, en cada grupo que siempre es distinto a los demás, la que decida el orden de dificultad, de problematización, de variedad de propuestas alrededor la novela como objeto de conocimiento y de disfrute.

 

Aprender juntos

Antes de iniciar la lectura de cada capítulo se recupera lo leído días antes, así como se comenta lo que se lee en cada clase. En esos espacios la maestra interviene para que se comprenda que existen interpretaciones diferentes todas válidas, pero también procura sin «teorizar», mediante preguntas y  relecturas, haciendo lugar a cada idea, que se vaya estableciendo la distinción entre la interpretación  y la comprensión fallida.

Por ejemplo: el elefante es rescatado de la copa del árbol por el bombero, no por el carpintero, de modo que hay una sola forma de entenderlo., no se trata de opinión ni interpretación sino de un grado simple de comprensión literal.

La lectura fiel de un texto necesita de que se distinga entre la invención que agregue algo que no pertenece al relato, de la recreación en la oralidad, la recurrencia a la memoria y sus recursos hasta el momento. No se desestima la invención, se reserva para otra etapa.

 

Resultados de la experiencia

En el caso referido no se llegó al final de la novela en el período escolar, pero la mayoría pidió un ejemplar propio a los padres y la leyó o les fue leída en vacaciones. Hubo quien no quiso seguir y quién lo hizo al cabo del verano como préstamo de biblioteca institucional. Así, chicos con distintos niveles de dominio de la lengua escrita compartieron un mismo contenido más las actividades derivadas de él, y las diferencias de interés, de ritmo de lectura, de participación o compromiso en ningún momento pesaron negativamente, ya que por el contrario, dejaron la experiencia propia de la diversidad de lectores y de lecturas, de gustos y de la libertad propia de la relación entre un sujeto y los textos literarios.

 

Otras opciones de leer novelas en estos niveles

Hay docentes que prefieren recomendar esta novela a la familia y se comprometen a leer algunos capítulos para incentivar su lectura y luego delegarla a la casa. Abren cada mes un espacio de comentario que incluye o no ilustraciones, reseñas y otras formas de participar en comunidad de lo que se lee en el hogar. No siempre es posible porque cada casa tiene distinta cantidad y tipo de ocupaciones y miembros. Se podrán evaluar opciones, y hacer acuerdos entre padres, abuelos, otros, sin dejar de contemplar las posibilidades de conflicto, como suele ocurrir cuando se programan acciones entre hogares y escuela. Vivimos tiempos en los que la economía y las problemáticas sociales nos piden mucha reflexión y mucha prudencia antes de comprometer a las familias.

 

Esta modalidad produce un sentido de unión más allá de la presencia, dado por acciones y propósitos comunes sostenidos por el disfrute de algo que se comenta y revive en grupos. Por último, más allá de que toda obra que conmueve, gusta, atrapa, suele inspirar tareas, es importante preservar la idea de «leer por leer» que caracteriza la obra literaria.

 

Notas

  1. “La imaginación en la literatura infantil”, “Piedra Libre”, Año 1, Nº 2 Córdoba, EDILIJ, septiembre 1987.
  2. “El sentido de la lectura”. Conferencia dictada en el seminario internacional Animación a la lectura y literatura infantil y juvenil. Colombia, 1999. Publicado en la revista Cuatrogatos.
  3. Este trabajo se hace con su 24º edición de Ed. Sudamericana. Bs As ,1994.
  4. Ver documentos curriculares de Prácticas del Lenguaje de la CABA.