Célestin Freinet: el maestro del pueblo

Un hombre de tres siglos: nació en el XIX, revolucionó la pedagogía del XX y continúa vigente en nuestros días. De filiación comunista, ideó una escuela para el pueblo y una educación para la vida proletaria. La imprenta, las asambleas, la colaboración entre alumnos y docentes desempeñan un papel central en su concepción pedagógica. También apuntó a la naturaleza como objeto de enseñanza.

La infancia de Célestin Freinet (1896-1966) estuvo muy ligada a la naturaleza, característica que marcaría toda su obra. En el seno de una familia humilde y campesina de Provenza, creció a los pies de los Alpes, entre bosques de pinos y olivares. Fue pastor desde muy pequeño, cuidaba del rebaño entre los trabajadores del campo. A los 17 años soñaba con ser maestro y comenzó para eso la Escuela Normal en Niza, de la que egresó en 1915.

Pero, con frecuencia, los sueños no se alcanzan en forma directa. La Gran Guerra fue uno de los amplios obstáculos que se le presentaron. Freinet fue movilizado y en 1916 herido gravemente en el pulmón, en la famosa batalla de Verdún. En ese infierno de sangre y trincheras, el futuro pedagogo adquirió dos recuerdos que lo acompañarían durante toda su vida: la Cruz de Guerra como condecoración de honor y una respiración dificultosa, parecida a la de un asmático severo.

Fueron varios años de convalecencia, en los cuales tuvo sus primeras experiencias como maestro de escuela primaria, no del todo satisfactorias. Pero también fue esa su época de formación, en la que se diplomó en Letras y leyó a los principales teóricos de la pedagogía. Eran tiempos de férrea militancia en el Partido Comunista (viajaría a la URSS poco después, donde conoció a la esposa de Lenin, Krupskaia, Ministra de Educación) y activismo sindical en el sector educativo francés.

Sus dificultades respiratorias, evidentes en el timbre y el escaso volumen de su voz, lo llevaron a iniciar las clases-paseo que constituirían su marca personal, en las que salía de las aulas con sus alumnos/as para tomar aire limpio y recorrer el entorno rural.

 

Lo que obsesionaba a Freinet era acabar con una educación dislocada de la realidad de sus educandos, con un diseño curricular apriorístico, contenidista, y una figura autoritaria del docente.

 

De la naturaleza a la imprenta 

Pese a su sólida base formativa y a sus insaciables inquietudes teóricas, concebía a la educación como eminentemente práctica. La naturaleza era el libro abierto sobre el que desarrollaba su incipiente pedagogía, caminando con los/as estudiantes y desplegando allí sus lecciones.

Pero al retorno de cada «paseo» era riguroso con la necesidad de armar resúmenes de lo aprendido, haciendo que sus educandos se ejercitaran en la práctica de la escritura. De allí que pronto surgiera el objetivo de compendiar esos resúmenes, para su propio estudio y para darlos a conocer. Hombre de acción, investigó hasta llegar a construir en su escuela de aldea una imprenta propia.

Esta innovación, que le otorgó enorme celebridad, no consistía en otra cosa que en emplear una herramienta técnica ya extendida en su uso para un fin particular. Con un pequeño equipo de signos tipográficos, un rodillo y una diminuta prensa, Freinet invertía el camino de la enseñanza. Si hasta ese momento los pesados manuales representaban el origen del conocimiento, el pedagogo francés —que los aborrecía (uno de sus textos se denomina Más allá de los manuales)— utilizaba la clase para generar, a partir de sus paseos y conversaciones, un saber práctico, unido a la cotidianidad rural de sus alumnos/as.

Un día de clase se componía de las siguientes etapas: elección de un tema en base a experiencias de los/as niños/as o producto de la caminata o el paseo de observación de la naturaleza, redacción colectiva de lo conversado, ilustración del texto y posterior impresión. La jornada culminaba con la lectura final y el fichado de lo producido. El resultado: una suerte de Libro de la Vida —así lo llamaba—, que hablaba de ellos/as mismos/as.

Es importante dejar constancia de que esta técnica no excluía los conocimientos básicos de aritmética, ortografía, historia, etcétera. Estos aparecen en la obra del pedagogo que no creó un nuevo contenido curricular, sino una nueva forma de encararlo, más «natural» y «libre» de acuerdo con su terminología.

Para dar un ejemplo, la aritmética era utilizada para calcular los costos y el peso de lo creado, el resultado de un cultivo o la alimentación de los animales que rodeaban el entorno. Algo similar ocurría con la enseñanza del lenguaje. El diccionario aparecía cada vez que era «necesario» para completar una actividad. El acceso al pensamiento abstracto partía así, siempre, de iniciativas concretas.

 

 

El amor pedagógico

Un repaso de su biografía nos brinda la información de su vida sentimental. En 1926 se casó con Elise Lagier-Bruno, también docente y luego pedagoga (tuvieron una hija, Madeleine, tres años después). Este dato tiene relevancia en su obra, ya que a partir de ese momento realizaron juntos cientos de experiencias en el aula, y Elise desempeñó un papel central en su divulgación. Su influencia fue tal que, en la actualidad, distintos historiadores y revisionistas pedagógicos hablan del matrimonio Freinet como autores de un corpus teórico novedoso.

Juntos establecieron el desarrollo de un método que atravesaría el siglo, desde la imprenta escolar, la correspondencia entre escuelas, la cooperación maestro/a-alumno/a y la Cooperativa de Enseñanza Laica (CEL), un emprendimiento nacional de producción de textos y documentos.

En sus aulas se unieron pensamiento y acción. Lo que obsesionaba a Freinet era acabar con una educación dislocada de la realidad de sus educandos, con un diseño curricular apriorístico, contenidista, y una figura autoritaria del docente. Sus técnicas incorporaron la colaboración como herramienta educativa. Sus talleres manuales eran verdaderos equipos de colaboradores, que gestionaban y creaban el saber. Un saber que se podía tocar y leer, que los expresaba al relatar sus vivencias y contextos, siempre particulares.

 

 

La escuela proletaria 

Su práctica de una «Escuela Moderna» obtuvo una rápida adhesión entre los pedagogos de su época y lentamente comenzaron a verse replicados varios de sus conceptos. Esto hizo que, desde determinados sectores de la sociedad francesa, se lo criticara con vehemencia en años en los cuales el avance de la derecha más conservadora se extendía por Europa.

Su activa militancia como miembro del Partido Comunista Francés produjo además que, pese a su prestigio en los círculos pedagógicos internacionales, se lo combatiera de distintas maneras y con variadas excusas. Junto a su mujer y por diversos motivos, fueron censurados en algunas ciudades y recalaron en 1935 en Vence.

Allí instalaron, con apoyo comunista, la Escuela Libre Experimental para los hijos y las hijas de las capas menos favorecidas del país. Hijos de obreros y desempleados que asistían a un nuevo paradigma educativo. Buscaban implementar varias de las consignas que, desde 1928, publicitaban en toda Europa en la publicación L’Éducateur Prolétarien (El educador proletario). Una educación activa, que preparara a los educandos para el trabajo y que partiera de sus propias experiencias. Un aula en la cual se respirara un ambiente de cooperación entre maestro/a y alumnos/as. Y textos escolares elaborados por ellos mismos, que reflejaran su aprendizaje. También aquí ocupaban un rol central los mencionados talleres manuales.

El lugar estaba emplazado en una pequeña colina, sobre un reducido valle. El edificio fue construido por el propio matrimonio, con ayuda de vecinos contagiados de su pasión pedagógica. Las aulas eran inmensas y la construcción incluía una pileta. Las paredes fueron decoradas con tapices de los/as propios/as alumnos/as, que pasaban allí todo el día, incluso varios de ellos dormían en la escuela. También la naturaleza y el entorno jugaron un rol clave, ya que buena parte de la jornada se realizaba al aire libre, cuidando a los animales y los huertos. Esa necesidad de salir del aula, ya manifestada en las clases-paseo, reaparecía con todo su encanto en esta oportunidad.

La experiencia, radicalmente diferente, duró poco. Hacia 1940, la Escuela fue cerrada por orden de las autoridades con distintos pretextos, y Freinet fue atrapado y llevado a un campo de concentración: Saint Maximin.

 

 

La resistencia de un luchador

Entre los muros de piedra y alambre a los que fuera confinado junto con otros ochenta prisioneros, el gran pedagogo se aferraba a la vida y a su pasión por enseñar. Allí, en los ratos libres y entre sombras, escribió La educación por el trabajo y Ensayo de pedagogía sensible, dos de sus obras, plenas de optimismo y mirada de futuro. Interrogaba a sus propios compañeros de celda sobre la educación de sus hijos, tomaba nota de sus respuestas y sacaba allí valiosas conclusiones. Les pagaba por ello de la mejor manera que sabía: les enseñaba a leer.

Todavía hoy sus biógrafos intentan explicar cómo hizo el maestro para no deprimirse en medio del hambre y de la muerte y dar, por el contrario, al prójimo dos de sus obras fundamentales. Las secuelas de su enfermedad pulmonar se agravaban y las protestas por su detención se hacían sentir en los círculos intelectuales del país. Luego de muchas gestiones, Elise consiguió el traslado de Célestin a un hospital, pero poco después fue llevado nuevamente a otro campo, igual de infame y deprimente: Saint Sulpice du Tarn.

En 1941, casi 2 años después, recuperó su libertad. Una vez liberado, formó parte de la Resistencia y dio forma final a varias de sus teorías. Concluida la Guerra, la Cooperativa de Enseñanza Laica se transformó en el Instituto Cooperativo de la Escuela Moderna, con sede en Cannes.

 

Perseguido, inútilmente silenciado, su pensamiento no pudo abatirse ni en los crueles muros del campo de concentración francés donde pasó varios meses.

 

 

Cooperación y educación

Si bien la obra de Freinet no debe ser leída como dogmática, ya que siempre él definía sus nociones como provisorias y abiertas a las enseñanzas de la práctica, el concepto de cooperación constituye un valor a destacar. Se trata de pensar el proceso de aprendizaje de manera horizontal y colectiva, en la que educador y educandos construyen día a día cada paso.

«Dad a los niños la libertad de escoger su trabajo, de decidir el momento y el ritmo de este trabajo, y todo habrá cambiado», afirmaba. Cada semana era planificada en conjunto, con suficiente flexibilidad.

En esta corriente, se edifica de acuerdo con las experiencias que se viven. La escuela no es un espacio aislado de la vida, sino que es el lugar en el que alumnos/as y docentes viven su vida, manipulando la realidad y creando a partir de ella. Esta concepción es inseparable de los materiales, del periódico escolar y las publicaciones, todo un sello de la «matriz Freinet».

Las ideas de una educación libertaria no solo le trajeron problemas con el nazismo o la ultraderecha europea, como vimos. También fueron el origen de su propia ruptura con el Partido Comunista Francés, del que fue expulsado en 1950. Freinet continuó dando pelea a unos y a otros en cuanto congreso pedagógico pudo, hasta su muerte, acontecida en 1966. Luego de su desaparición física, fue su mujer quien continuó su lucha hasta su propia muerte, en 1983.

 

 

El matrimonio Freinet buscaba implementar una educación activa, que preparara a los educandos para el trabajo y que partiera de sus propias experiencias.

 

Legado mundial y continental

En una larga historia de persecuciones y exilios, la Escuela de Freinet tuvo cientos de continuadores. En España se desarrolló tal vez la primera experiencia fuerte de réplica de muchos de estos conceptos, con la Cooperativa Española de la Imprenta en la Escuela, en la década de 1930, que contó con la participación del propio maestro en su construcción y desarrollo. Con el franquismo en el poder, la Iglesia Católica buscó aniquilarla y varios de sus docentes escaparon hacia Latinoamérica, donde inauguraron el germen de lo que luego se conocería como Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (MCEP).

En 1958 se creó la Federación Internacional de Movimientos de Escuela Moderna (FIMEM), que persiste aún hoy. En su página web se definen como «asociación de movimientos nacionales, presentes en el mundo entero, que se reclaman de la pedagogía popular y la educación cooperativa».

La vigencia de su pensamiento puede verse hoy en aquellas pedagogías que intentan centrarse en el/la alumno/a, en privilegiar su creatividad y libertad, por oposición a los cerrados esquemas contenidistas de las currículas tradicionales. Esquemas de aprendizaje que buscan partir de las experiencias propias. Intentos tan valiosos de construir un aula lo más parecida posible a la vida misma.

 

Freinet hoy: el desafío de las nuevas tecnologías

Niños trabajando en la imprenta en la escuela de Vence (aprox. 1940).

Hemos destacado el lugar distintivo que la imprenta ocupa en la pedagogía de Célestin Freinet, por varios motivos. Principalmente, porque este autor consideraba un grave error de la educación de la época la primacía otorgada al libro de texto único —los tradicionales manuales de enseñanza—, que uniformaban el aprendizaje y pasaban por alto las características particularísimas de cada zona o lugar, de cada estrato social y de cada educando en particular. Freinet abogaba por una educación que partiera de cada individuo, de su práctica cotidiana, de su experiencia con el mundo que lo rodeaba. Uno de sus grandes aportes a estas ideas, compartidas por otros vanguardistas, fue la introducción de la imprenta en la escuela.

El apropiarse de esa tecnología disponible sin demasiados costos le brindó la posibilidad de invertir el sentido de la enseñanza: en lugar de un texto-manual externo con los contenidos a aprender, Freinet propuso la construcción de ese saber y la edición de textos que reflejasen lo aprendido en la experiencia, en sus clases-paseo. A partir del uso de la imprenta que instaló con sus magros ahorros, estas experiencias pudieron acumularse, archivarse y, aún más importante, ser compartidas por otras escuelas, en intercambios que él mismo propició.

Célestin Freinet creó la llamada «correspondencia escolar»: los textos libres de los/as niños/as ahora podían ser apreciados por los/as niños/as de otras aldeas. Son famosas las fotos de sus clases, con el alumnado manejando tipos y rodillos, editando sus revistas escolares y democratizando el saber.

Ahora bien, el uso de la imprenta de esta manera libertaria plantea también cosas al mundo actual, varias décadas después. La verdadera revolución tecnológica que la humanidad ha vivido en los últimos decenios permite que hoy una amplia mayoría de estudiantes tenga acceso libre a nuevas y enormes posibilidades de conocimiento y expresión. Sin embargo, cabe preguntarse si esa tecnología al alcance de la mano constituyó ya el golpe de nocaut a los manuales uniformes y a la educación autoritaria y opresiva contra la que este pedagogo luchó denodadamente mientras tuvo aliento.

Con muchísimas más posibilidades que en su época, varias de las caracterizaciones que Freinet volcaba sobre la educación tradicional parecen no haber perdido toda su vigencia. Como si todavía no hubiéramos aprovechado por completo el valor liberador de esas consignas, queda flotando muchas veces la sensación de que no hemos sabido aún apropiarnos de esa tecnología que nos deslumbra, pero que, a menudo, también nos domina.

 

 

 

Bibliografía

  • ALMENDROS IBÁÑEZ H. (1932). «La imprenta en la escuela. La técnica Freinet». Revista de Pedagogía. Madrid.
  • FREINET C. (1949). Educación por el trabajo. Fondo de Cultura Económica: México. 1971.
  • FREINET C. (1950). La psicología sensitiva y la educación. Editorial Troquel: Buenos Aires. 1969.
  • FREINET C. (1956). Los métodos naturales. Editorial Fontanella: Barcelona. 1972.
  • FREINET C. (1964). Las enfermedades escolares. Editorial Laia: Barcelona. 1974.

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