Continuidades entre la presencialidad y la virtualidad ¿Modalidades educativas mixtas?

Nos encontramos nuevamente en este desafío constante de pensar lo educativo. Nos convocan nuevos retos, muchos de ellos inesperados. Creímos (o soñamos) en un inicio de año más optimista y, sin embargo, una vez más, debemos reencontramos en búsquedas complejas con aspectos no elegidos.

Reiteradamente, escuelas y educadores buscamos las mejores alternativas en una realidad que desborda y en este caso también atemoriza, y como siempre, lo hacemos priorizando el cuidado de la vida y la salud de nuestras infancias, albergando las mejores opciones educativas de la mano cálida de docentes responsables y comprometidos.

 

La identidad del Nivel Inicial nos enseñó que «en el jardín se prioriza el compartir, se aprende a estar juntos, a ser con otros y otras, se aprende que los materiales son de todos y que se trabaja en grupo/s». Esas ideas y acciones cotidianas, ideológica y pedagógicamente tan increíbles como impecables, tan priorizadas, tan necesarias de ser trasladadas a los otros niveles, sientan las bases de nuestra identificación educativa. Sin embargo, aunque parezca mentira, les estamos solicitado —hasta exigiendo— a nuestras infancias que se mantengan alejados unos de otros, que no se presten ni compartan los objetos, que lleven su vianda… que dejen de lado lo grupal, las acciones conjuntas y las actividades compartidas. Y nuestros/as niños y niñas, siempre sabios, se van adaptando a esta realidad tan compleja como no deseada.

 

Lo que el viento no se podrá llevar, lo que queremos que no deje, lo que queremos que sí nos deje…   

Claro que toda esta situación deja huellas profundas. Obvio que nuestras infancias llevarán por siempre lo vivido y aprendido inserto en sus corazones, sus pequeñas cabecitas, sus cuerpos necesitados de contactos y movimientos.

Indiscutible que los niños y las niñas necesitan de lo «escolar presencial» pero esto incluye —o debiera incluir— el poder plasmarse en contactos y vivencias compartidas con sus educadores, compañeros y la institución toda; entonces, ¿vale la pena volver sin estas posibilidades? ¿Cuáles son las condiciones pedagógicas necesarias para que recuperemos los sentidos? ¿La no presencialidad descarta lo educativo o lo transforma en este «mientras tanto»? ¿Nos ocupamos de encontrar las mejores opciones para las acciones escolares —presenciales y virtuales— pensando en nuestras infancias y en los saberes que queremos/necesitamos favorecer? ¿Eso se alcanza solo con arriesgarnos a la presencialidad? ¿Y si las acciones nos posibilitan concretar esta presencialidad sin riesgos, aunque renunciando provisoriamente a los «contactos cercanos?». ¿Cómo se plasma dicha presencialidad cuidando y resguardando lo necesario? ¿Podemos concretar un «regreso con gloria» en estos tiempos? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con qué? ¿Desde qué acciones educativas lo podemos sostener y favorecer? ¿Qué le compete a cada responsable educativo? ¿Se pueden alcanzar estos logros sin trabajar en equipo desde el respeto, la escucha de todos/as y las decisiones consensuadas?

Es incuestionable que debemos priorizar el cuidado de la vida y la salud, por eso es cuestionable el retorno sin las condiciones pertinentes y acertadas. Es irrefutable el reconocimiento de la importancia de las paredes escolares y el contacto directo —y corporal muy especialmente en el caso del Nivel Inicial—, pero es refutable concretarlo sin contar con lo necesario para poder realizarlo con compromiso y responsabilidad. Entonces, necesariamente surge la pregunta fundamental: ¿qué sucede con la presencia y responsabilidad del Estado de cada región? ¡Y cómo se plasma nuevamente lo ideológico en cada palabra, cada decisión y cada acción, estableciendo diferencias de acuerdo con quienes sean los responsables de acciones, alcances y logros!

 

Nuestras infancias llevarán por siempre lo vivido y aprendido inserto en sus corazones, sus pequeñas cabecitas, sus cuerpos necesitados de contactos y movimientos.

 

Una vez más, la prioridad en los educadores, su mirada, sus acciones 

Por supuesto, la gran diferencia la establecen los educadores que sostienen esas vivencias y situaciones marcando modos y estilos de comprensión que les posibiliten a los niños y niñas salir fortalecidos, participativos, comprensivos y esperanzados, de esta crisis mundial que puso «cabeza para abajo» a la humanidad toda. Ciertamente, si decidimos/aceptamos/concretamos el retorno a la educación presencial, nos convoca la urgencia de idear y sostener propuestas intensas, significativas, interesantes… y esto necesita asentarse en una articulación entre la presencialidad y la virtualidad como «modalidad educativa mixta».

 

Pensando en algunas ideas que nos pueden ayudar  

  1. Jamás bajar los brazos ni los abrazos, aunque estos últimos por ahora sean virtuales.
  2. Hacer lo mejor que cada uno puede en aquello que le compete centrándose en el bien común y con la mirada focalizada en las infancias y las propuestas pedagógicas coherentes.
  3. Buscar las mejores opciones, sin alejarnos de las prioridades en el cuidado, del enfoque pedagógico y, en consecuencia, de las propuestas de enseñanza oportunas.
  4. En este «mientras tanto», sacrificar lo necesario, adecuar las acciones y tareas, explicitar las razones y elecciones a nuestros/as niños y niñas sabiendo que las comprenden e incorporan, tomar las decisiones más sabias y responsables dentro de las utopías posibles a favor de nuestras infancias y nuestras escuelas.

Y ahora, nuevamente, lo primero a destacar es que este presente con su creciente presencialidad no implica volver a la escuela porque nunca nos fuimos, porque jamás dejamos de «hacer escuela», solo abandonamos momentáneamente y sin desearlo las paredes escolares, pero no las funciones, tareas y responsabilidades que nos competen.

Sin embargo, como es bien sabido y conocido por todos, la virtualidad fue la opción posible de sostener lo educativo ante la inesperada y arrasadora pandemia durante el 2020.

Cuando se alzaron los vientos del retorno a la presencialidad muchos planteamos la necesidad de que sea cuidadosa, consciente y consensuada. He denominado «regreso con gloria» a la idea de volver en tiempo y forma, cuando tengamos las garantías necesarias y las posibilidades de concretarla adecuadamente. Es cierto que para nuestras/os niñas y niños —como para todos, pero con la fuerza que implica las responsabilidades y prioridades en las infancias— estos tiempos fueron y son altamente complicados y no deseados y, como expresamos, dejarán huellas imborrables que los acompañarán por siempre. Necesitamos acompañarlos y sostenerlos para que logren —y logremos— ir alivianado los dolores, sin desconocer lo sucedido, y rearmarnos para subsanar lo posible y lograr lo potable. Ayuda pensar que fue y es una situación impuesta y no elegida, un paréntesis necesario para cuidarnos a todos y entre todos, con el deseo de volver a las costumbres escolares y argentinas a flor de piel cuando esto sea posible y deseable.

  

Regreso con gloria

Pensar en un «Regreso con gloria» es pensarlo en el momento debido, adecuado, cuidado; desde esta idea se hace necesario sostener el enfoque actual de enseñanza, no renunciar a las acciones pertinentes porque resulte más visible o más fácil, reconocer las problemáticas educativas actuales, las concepciones acerca de la educación, las escuelas, las infancias, los educadores, la enseñanza y el aprendizaje. Y, desde esta mirada, ubicar y recuperar los entramados entre lo didáctico y lo ético, lo educativo y lo afectivo, lo histórico y lo innovador, sosteniendo la concepción de una educación democrática y globalizadora, centrada en los derechos humanos, la profesionalidad docente, la prioridad en las infancias y las propuestas pedagógicas oportunas. Para estos logros se hacen necesarias las relaciones pertinentes entre el marco teórico y las prácticas de enseñanza, el reconocimiento de la comunicación como parte fundamental de la dinámica institucional y la distribución consensuada de roles y tareas.

 

Una secuencia puede incluir propuestas que articulen lo presencial, lo virtual y las acciones a realizar en los hogares con las familias sin la participación directa de los educadores. La inclusión de todas estas posibles propuestas en la misma planificación favorece la coherencia en las acciones, considera las diversidades existentes y facilita la tarea docente.

 

 

Modalidades actualizadas de organizar las acciones y actividades

Se pueden organizar y desarrollar propuestas de enseñanza pensando en una «modalidad mixta» que construya puentes entre la presencialidad y la virtualidad, incluyendo actividades que impliquen la continuidad y articulación entre las que se pueden realizar en los jardines y otras que se deben concretar en los hogares; esto se basa en el reconocimiento de que la presencialidad —aunque se logre adecuadamente— no será suficiente y necesitará del complemento en la virtualidad/no presencialidad, pensando en acciones con continuidad pedagógica entre las escuelas y los hogares.

En este sentido, es importante diferenciar dos opciones posibles de diseñar la «no presencialidad» —que pueden complementarse entre sí— además de sostener la continuidad pedagógica con la presencialidad. Entonces, dependiendo de las mejores decisiones factibles, podemos pensar en escenarios educativos diversos, que integren lo presencial —cuidando la distancia y todo lo establecido— enriquecido con acciones virtuales, organizadas por las instituciones como espacios no presenciales de los educadores con los niños y niñas, en momentos en los que no están presencialmente en las escuelas (dadas las alternancias de alumnos/as, las diferentes distribuciones grupales/las variaciones de horarios… que proponen las «burbujas») o pensando en aquellos que no asisten. A su vez, la otra opción, se refiere a considerar e incluir en las secuencias didácticas algunas actividades para que los niños y niñas desarrollen exclusivamente con sus familiares en los hogares.

Entonces, una secuencia puede incluir propuestas que articulen lo presencial, lo virtual (desde los hogares con los/las educadores y en lo posible con las familias) y las acciones a realizar en los hogares con las familias sin la participación directa de los educadores. La inclusión de todas estas posibles propuestas en la misma planificación favorece la coherencia en las acciones, considera las diversidades existentes y facilita la tarea docente.

Pensemos en un ejemplo: se enseña un juego matemático, se selecciona alguno que no necesite del trabajo grupal, puede ser una «lotería» en la que cada uno puede jugar desde su propio espacio personal sin contactos cercanos, en lugar de un «juego de recorrido» que necesita del compartir acciones y por lo tanto lugares, aunque existen opciones de adecuar los juegos como podría ser que lo realicen cada uno con su propio tablero. Lo trabajado en el jardín se retoma en las viviendas, complementándolo virtualmente o proponiéndoles a los familiares que realicen el juego con las niñas y niños, o ambas posibilidades, enriqueciendo y complejizando el abordaje de los conocimientos. Pensemos en otro ejemplo, en este caso para el jardín maternal: se juega con títeres; contrariamente a lo que siempre planteamos cada uno lleva su títere para usarlo en ese momento y volver a guardarlo para llevárselo, se realiza en el propio espacio personal sin contactos cercanos. Esta propuesta se retoma en los hogares proponiéndoles a los familiares que caractericen con los/as niños/as a los títeres y concreten alguna escena sencilla.

Retomando lo explicitado, la secuencia didáctica, que puede tener entre 3 y 6 u 8 actividades, implica intercalar algunas acciones presenciales con otras virtuales en las cuales se retoma lo realizado en lo presencial y con otras que se llevan a cabo en los hogares y ambas se retoman en lo presencial. Todas estas actividades se incluyen en el diseño de la secuencia didáctica.

Cabe destacar que lo grupal y todo aquello que implique contactos que incluyen riesgos, se deben asumir en los hogares a fin de intentar suplir aquello que la escolaridad presencial aún no nos permite, si sostenemos los cuidados pertinentes,  sabiendo del extremo valor de no renunciar (dentro de lo posible) a las interacciones y el trabajo compartido a los que las paredes de las escuelas todavía no pueden acceder y deben reemplazar por los modos de vincularse con la distancia óptima.

Se hace fundamental volver a destacar la importancia de planificar secuencias didácticas/de actividades, considerando la riqueza de distanciarse de las actividades aisladas, para poder dar cuenta —ya desde la propia planificación— de la continuidad fundamental entre las propuestas, a fin de sostener la coherencia y unidad de sentido. Pero, a su vez, en estas instancias valoramos además la inclusión y articulación entre las propuestas presenciales y virtuales.

Considero que todo esto organiza, aclara y alivia, porque ya desde el propio diseño de las propuestas se establecen las actividades presenciales, virtuales y netamente familiares, dando cuenta de su continuidad y enriquecimiento mutuo.

 

Algunas puntas para volver a desanudar el ovillo educativo 

Es esencial reconocer y recordar que los/as niños/as necesitan el retorno a las paredes escolares con todo lo que esto significa; sin embargo, lo que más necesitan es el vínculo, sostenido con presencia virtual en el 2020 sumándole el abrazo, que aún no es posible aunque se concrete la presencialidad. Por ello, es fundamental lograrlo a través del sostén de la palabra, la mirada y otros modos de vincularse desde el afecto, el juego y la comunicación en todas sus vertientes posibles… que den cuenta del profundo amor y cuidados profesionales. Considerando en todo momento  explicitar a los niños y niñas los motivos y expresando un contundente «te quiero y deseo de corazón abrazarte pero por ahora no se puede para cuidarte y cuidarnos a todos»… y trasmitiéndoles constantemente que es un tiempo  pasajero, que es un mientras tanto y que todos deseamos volver a los abrazos que ya van a retornar…

Entonces… menos «corporal» pero con el afecto a flor de piel, transmitiendo en y con la mirada, los gestos, la disponibilidad corporal porque, como ya sabemos, no hay nada que justifique un solo niño con una sola lágrima en los ojos. Renunciando por ahora a lo grupal, incluyéndolo en los hogares, a fin de sostener la necesaria barrera sanitaria.

 

¿Difícil? ¡Muy! ¿Posible? ¡También! Especialmente porque no hay otra opción que aprender de esta crisis, solo fortalecerse y encontrar las mejores posibilidades en este contexto complejo.

Eso sí… no quiero escuchar más que no se puede abrazar a un niño.

 

Continuidades entre la presencialidad y la virtualidad ¿modalidades educativas mixtas? Vamos por ello mientras tanto…

Robert Fulghum escribió el libro Todo lo que necesitaba saber lo aprendí en el jardín de infantes.  Sus palabras, sacadas de un extracto de su libro:

 

«Siendo ya anciano me di cuenta que ya sé la mayor parte de lo que hace falta para vivir una vida plena, y que no es tan complicado llegar a eso.
Lo sé. Y lo he sabido desde hace mucho, muchísimo tiempo. Aquí está mi credo:
Todo lo que hay que saber sobre cómo vivir, qué hacer y cómo debo ser lo aprendí en el jardín de infantes.
La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la universidad, sino allí, en el arenero, en el patio del jardín, en los rincones, en la hora de la merienda. Estas son las cosas que aprendí:

Compártelo todo.
Juega limpio.
No le pegues a la gente.
Vuelve a poner las cosas donde las encontraste.
Limpia siempre lo que ensucies.
Pide perdón cuando lastimes a alguien.
Lávate las manos antes de comer.
Sonrójate.
¡¡Las galletas tibiecitas y la leche fría son excelentes!!
Vive una vida equilibrada.
Aprende algo y piensa en algo.
Dibuja, pinta, canta, baila, juega y trabaja cada día un poco.
Duerme la siesta.
Cuando salgas al mundo, ten cuidado con el tráfico.
Tómate de las manos y no te alejes.
Permanece atento a lo maravilloso.


Recuerda la pequeña semilla en el vaso: las raíces bajan y la planta sube y nadie sabe realmente cómo, ni por qué, pero todos somos así.
Los peces de colores, los ratones blancos e incluso la pequeña semilla del vaso, todos mueren y nosotros también.
Recuerdo una de las primeras palabras que me enseñaron, una muy grande: MIRA.
Todo lo que necesitaba saber estaba allí, en alguna parte del jardín de infantes. La regla de oro, el amor y la higiene básica. La ecología y la política, la igualdad y la vida sana.
Toma cualquiera de esos ítems y tradúcelo en términos adultos, sofisticados, para aplicarlos a tu vida familiar o a tu trabajo, a tu gobierno o a tu mundo y se mantendrá verdadero, claro y firme.
Y aún sigue siendo verdad, no importa cuán grande seas, “que al salir al mundo es mejor tomarse de las manos y no alejarse demasiado”».

 

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