Los educadores y el trabajo en equipo: urgencias y desafíos
En este artículo retomaremos ideas desarrolladas acerca del trabajo en equipo y la importancia fundamental sobre las acciones conjuntas y el trabajo colaborativo para educadores e infancias. Es una urgencia y un desafío centrar la mirada en el bien común, en lo colectivo, en el trabajo con otros. Alejarnos de las competencias vacías de sentido para comprender y concretar por fin el reconocimiento del enriquecimiento mutuo que proporciona el mirarnos los unos a los otros con amor y respeto, con aceptación reflexiva.
El entramado institucional como un abanico colorido de opciones educativas
Hemos desarrollado a lo largo de los diferentes artículos reflexiones e ideas vinculadas con el reconocimiento de las múltiples y diversas posibilidades educativas: propuestas de enseñanza, estrategias e intervenciones, repertorios, materiales, etc., que conforman un abanico colorido e intenso de opciones posibles. Sabemos que no existen actividades ni intervenciones únicas, ni un solo modo de organizar los trayectos pedagógicos ni los recorridos didácticos; esto complejiza una tarea que de todas formas es y debe ser rica, diversa y múltiple. Pensarla con los otros la fortalece y nos enriquece mutuamente, abriendo las puertas a una mayor creatividad generada por los intercambios y el entrecruce de ideas y opciones. Cuando los educadores manifiestan las fortalezas de lo compartido y las encarnan en lo cotidiano, dan cuenta de su increíble valor agregado y los alumnos y alumnas lo vivencian, lo incorporan, lo integran a su modo cotidiano de vivir y transitar lo escolar.
Las decisiones —nunca azarosas— de los educadores manifiestan elecciones y acciones que se sostienen y encarnan al enfoque educativo en su extensa trama de ideas, acciones y tareas. Las concepciones educativas, los modos de mirar y comprender a las infancias y sus procesos, las ideas acerca de la enseñanza y el aprendizaje, los modos de «hacer escuela», generan opiniones y opciones diferentes, tantas veces complementarias y tantas otras contradictorias. Por lo general, las opciones pedagógicas no son verdaderos «versus» sino alternativas que podrían complementarse y enriquecerse mutuamente, flexibilizarse y articularse, si no responden a las luchas de poder, las grietas educativas o las modas de turno. Es cierto que tantas veces una modalidad es adecuada durante un tiempo y luego hay que modificarla, que solo contamos con certezas provisorias.
Sostener la pedagogía desde los abrazos y la ternura entramada con la didáctica, la centralidad en las infancias respetando sus motivos y su ser sujetos de derechos, a las instituciones como un entramado que articula decisiones y acciones, a los educadores como profesionales autónomos y reflexivos que sostienen sus acciones en el bien común nos revitaliza como escuelas y nos ubica en los espacios y lugares prioritarios que siempre debemos y merecemos asumir.
Es una urgencia, un desafío, una responsabilidad, desarrollar un trabajo en equipo que nos aúne en las búsquedas compartidas, la riqueza de saber y sentir que con los otros construimos realidades mejores, la certeza de considerar que juntos podemos alcanzar las mejores opciones. En las escuelas esto se plasma en los acuerdos vinculados a las prioridades, los roles y funciones, la distribución equitativa y respetuosa de las tareas, la asunción de las propias responsabilidades y la colaboración en las de los otros, la búsqueda conjunta de acciones y propuestas compartidas, las decisiones conjuntas, el compartir ideas y materiales…
Las opciones pedagógicas no son verdaderos «versus» sino alternativas que podrían complementarse y enriquecerse mutuamente, flexibilizarse y articularse, si no responden a las luchas de poder, las grietas educativas o las modas de turno.
En relación al rol del docente-educador-coordinador
«Se hace necesario definir a los educadores como enseñantes respetuosos, como responsables del diseño y puesta en marcha de las situaciones educativas. Esto no se contrapone con la idea de un docente coordinador y guía de los procesos personales de aprendizaje, siempre que comprendamos que intervenir no es interferir y que es una acción educativa necesaria para favorecer la apropiación de los conocimientos. El educador como enseñante, orientador, coordinador y guía, planifica su tarea y diseña los objetivos, los contenidos y las propuestas de manera articulada y secuenciada, plantea consignas adecuadas e incentivadoras. Su rol es activo, observa la dinámica grupal, ayuda a centrarse en la tarea y a abordar los obstáculos, aporta la información necesaria, hace aclaraciones, acompaña y sostiene los procesos de aprendizaje. Para ello, muchas veces necesita modificar las propias matrices de aprendizaje, desde la influencia de un marco educativo y una propuesta didáctica que exprese coherencia entre lo que se piensa-siente-dice-hace. Un docente que se siente respetado cuenta con mayores posibilidades de modificar sus matrices de aprendizaje en función de los cambios educativos y sociales y del intercambio con sus alumnos y compañeros» (Pitluk, 2008).1 |
El trabajo en equipo es un bien preciado. El trabajo pedagógico es una construcción constante.
Una situación para reflexionar
La maestra inicia una actividad de producción de máscaras que forma parte de una secuencia didáctica sostenida en las elecciones infantiles acerca de la realización de máscaras de terror, de animales, de personajes de cuentos o de súper héroes. Cada alumno/a realiza su máscara, pero estableciendo acuerdos necesarios con todos los integrantes de su pequeño grupo, ya que eligieron la misma temática y deberán realizar luego una historia compartida que integre a todos los personajes. Les propone que seleccionen en conjunto los materiales para el subgrupo y los acerquen para compartir. Los niños se muestran predispuestos y entusiasmados; respondiendo a la consigna, comparten y producen de forma colaborativa, avanzan en el proceso que están desarrollando. Al cabo de un tiempo ingresa a la sala la maestra celadora/preceptora que se incorpora con retraso en la actividad, pese a la solicitud de la docente de sala de que esté presente para colaborar en la tarea de los diferentes grupos, especialmente al momento de escribir las historias. Esta demora lleva a que se retrasen a su vez las acciones basadas en la idea de comenzar a mediatizar la escritura de la escena de cada pequeño grupo, mientras los otros progresan autónomamente con la producción de las máscaras y que se distiendan los tiempos. La docente se enoja, comienza a discutir con su compañera y hasta a retar a los niños y niñas que empiezan a dispersarse de la tarea; sin embargo, continúa con la propuesta y la dinámica, intentando atraer la atención del grupo, expresándoles su sorpresa porque dejaron de compartir y trabajar en equipo.
Para analizar y reflexionar
- ¿La docente debe discutir con su compañera frente a los/as alumnos/as interceptando la actividad con enojos y reproches, contradiciendo su propuesta sostenida en la valoración acerca del trabajo compartido y la solidaridad en las tareas? ¿Influye esto en la dinámica y el interés en la propuesta? ¿Y en las dificultades que se comienzan a vislumbrar en los diferentes grupos? ¿Es conveniente incluirla rápidamente en los momentos de trabajo en pequeños grupos a fin de enriquecer y dinamizar las actividades haciéndolas más agiles, atractivas y participativas renunciando momentáneamente a las aclaraciones y comentarios para retomarlos de manera pertinente al finalizar la propuesta y no estar en presencia de los/as alumnos/as?
- ¿Es posible y adecuado enojarse con ellos si la problemática se basa en el desarrollo de la propuesta y su dinámica? ¿Es adecuado generar competencias entre ellos al intentar atraerlos? ¿Un vínculo oportuno fortalece el interés en los contenidos y la participación y potencia los aprendizajes?
A modo de cierre
Sabemos que los vínculos se recuperan en las tareas, que «poner en palabras» los sentimientos y sensaciones sostiene la posibilidad de comprenderlos y abordarlos, que pertenecer al grupo es muy importante, que necesitamos estar juntos, que el Nivel inicial implica la primera inserción en el mundo de la ciudadanía y la cultura más allá de lo familiar y ejerce influencias profundas en el ser alumnos/as de nuestras infancias.
«Educar a los niños pequeños implica una sabiduría y una responsabilidad que ubica a las instituciones y a los educadores como pilares del sistema educativo. La Educación Inicial traza las huellas del recorrido que la infancia transitará en su proceso educativo, iniciando una modalidad de acercamiento al conocimiento que influirá en sus posibilidades de aprender, de comunicarse, de expresarse» (Pitluk, 2007).2
«La escuela es un lugar donde se aprueban o suspenden exámenes, en donde suceden cosas divertidas, en donde se tropieza con nuevas perspectivas y se adquieren destrezas. Pero es también un lugar en donde unas personas se sientan, escuchan, aguardan, alzan la mano, entregan un papel, forman cola y afilan lápices. En la escuela hallamos amigos y enemigos; allí se desencadena la imaginación y se acaba con los equívocos. Pero es también un sitio en donde se ahogan bostezos y se graban iniciales en las superficies de las mesas, en donde se recoge el dinero para algunos artículos necesarios y se forman filas para el recreo. Ambos aspectos de la vida escolar, los celebrados y los inadvertidos, resultan familiares a todos nosotros pero estos últimos, aunque solo sea por el característico desdén de que son objeto, parecen merecer más atención que la obtenida hasta la fecha por parte de los interesados en la educación.
Para apreciar el significado de los hechos triviales del aula es necesario considerar la frecuencia de su aparición, la uniformidad del entorno escolar y la obligatoriedad de la asistencia diaria. Hemos de reconocer, en otras palabras, que los niños permanecen en la escuela largo tiempo, que el ambiente en que operan es muy uniforme y que están allí tanto si les gusta como si no. Cada uno de estos tres hechos, aunque aparentemente obvio, merece una cierta reflexión porque contribuye a que comprendamos la forma en que los alumnos sienten su experiencia escolar y la abordan» (Philip W. Jackson, 1991).3
Hacia el porvenir (fragmento)
Silvio Rodríguez
Lo que con amor hacía una mano
lo rompía con otra el desamor.
Yo no creo que haya sido en vano
pero pudo ser mucho mejor.
Notas
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