Educar para liberar. La vigencia de Paulo Freire

A más de dos décadas del fallecimiento de Paulo Freire, el pedagogo más importante del continente, su obra y su accionar político tienen plena vigencia. aquí, las claves de su pedagogía crítica y las posibilidades transformadoras de un pensamiento que cambió para siempre la relación maestro-alumno. Una historia que nace en las aulas y llega hasta las nuevas tecnologías.

Pequeña biografía de un gran pensador

La vida de todo innovador, de cualquier científico, tarde o temprano se vincula con su producción teórica. Muchas veces es el analista quien, posteriormente, establece esas vinculaciones. En otras ocasiones, las vicisitudes biográficas se entrelazan de manera tan intensa con el personaje, que resultan inseparables de sus formulaciones y teorías.

Paulo Freire nació en 1921, en un barrio humilde de Recife, Brasil, bajo el nombre de Paulo Reglus Neves Freire. Allí, en el nordeste empobrecido de un Brasil tan grande como desigual, conoció el hambre que la crisis de 1929 pretendía hacer universal. Este dato, de gran influencia en su pensamiento, no impidió que estudiara Filosofía y Psicología del Lenguaje en la universidad de su región, ni que unos años después se destacara hasta ser nombrado Director del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social de Pernambuco. Fue el inicio de su tarea docente con los pobres, los «desarrapados » que no sabían leer ni escribir.

Aplicando con convicción un método revolucionario, tuvo tanto éxito en su tarea que, en 1962 y en solo 45 días, alfabetizó a más de 300 trabajadores de una plantación de caña de azúcar de la localidad de Angicos, Río Grande. Su ejemplo trascendió y el gobierno brasileño (encabezado por el presidente Joao Goulart) le ordenó multiplicarlo por todo el país. Ese gran sueño popular que fue el Plan Nacional de Alfabetización para Adultos duró demasiado poco: fue interrumpido en 1964 por un brutal golpe de Estado.

A partir de entonces, Freire vivió las instancias de un luchador de su época: la cárcel y el exilio. Pero su obra no paró de crecer. De esos años son La Educación como práctica de la libertad y Pedagogía del oprimido, dos de sus títulos fundamentales. Reconocido en todo el mundo —fue contratado por Harvard y la ONU y su colaboración fue decisiva en Chile, India, Nicaragua y Perú—, recién pudo volver a su país en 1980.En lo personal, se casó en 1944 con Elza Maia Costa de Oliveira, profesora de educación primaria, con quien tuvo cinco hijos y que ejerció sobre su actividad una gran inspiración. Murió en 1997, a los 75 años de edad.

 

Devolver la palabra: Pedagogía del oprimido

Hemos mencionado el contexto de pobreza de su Recife natal. Una región predominantemente rural, con un pasado no tan lejano de esclavitud y servidumbre. Pues bien, es ahí donde Freire decide ubicar su accionar. Es en ese drama donde su teoría adquiere su fuerza práctica y donde, al mismo tiempo, esa realidad se introduce de lleno en su perspectiva teórica.

La Educación es, para este pensador, la herramienta de transformación de esa situación opresiva. Es el camino por el cual el oprimido reconoce el mundo= de la opresión, se reconoce a sí mismo e intenta su liberación. Esta concepción emana de las teorías revolucionarias en boga en toda América Latina por aquel entonces y es pariente directa de la Teología de la Liberación a la que Freire, de profunda fe católica, adscribía.

Pero el pedagogo brasileño consigue ir mucho más allá de esta mera adscripción ideológica. Afirmará que es necesario devolver la palabra a estas personas. Que no alcanza con enseñarles a leer y escribir bajo la forma tradicional —condición legal para votar, pero no suficiente para modificar un estado de cosas—, sino que es imperioso enseñarles a liberarse, a quitarse de encima años de opresión.

A través de la educación tradicional se reproduce un sistema de dominación. Los sectores más debilitados de la población son colonizados culturalmente por un saber que no pone en cuestión la desigualdad, sino que la naturaliza, y es el aula un ámbito privilegiado para esa operación. A ello, dirá este autor, debe oponerse una educación diferente, que posibilite al oprimido rebelarse.

 

La vida cotidiana de los educandos, el mundo y las circunstancias condicionantes que los rodean son parte constitutiva del aprendizaje. El analfabeto deja de serlo en el preciso momento en el que se transforma en sujeto activo del conocimiento.

 

«La Educación bancaria»: el saber depositado

En distintos momentos de su obra, Freire hace referencia a la Educación tradicional, reproductiva y opresora. La denomina «educación bancaria» ya que, bajo esa manera de educar, el maestro «deposita» su saber en el alumno, cuya única posibilidad es archivar esos conocimientos, incorporando para sí la ideología del opresor.

Se trata de una educación unidireccional, en la que el maestro ejerce todo su poder sobre un alumno pasivo que resulta poco más que un objeto en el proceso: un simple recipiente donde la autoridad del saber vuelca su contenido. Es esta pasividad la mayor garantía de sostenimiento de las desigualdades y la adaptación obediente del oprimido.

 

Pedagogía de la pregunta

Frente a la Educación bancaria debe oponerse una nueva pedagogía: una pedagogía libertaria que resignifique la relación entre maestro y alumno y posibilite la liberación, una educación en la que el saber sea liberador y no herramienta de opresión.

Ahora bien, ¿cómo se constituye esta nueva técnica? Freire dirá que el conocimiento se construye y que esa construcción es un proceso activo, en el que el maestro debe guiar a los alumnos a pensarse a sí mismos, a pensar la sociedad en la cual desarrollan el proceso de aprendizaje y, a su vez, estos deben encarar ese proceso de manera diferente a una cómoda pasividad, siendo verdaderos sujetos, agentes de cambio de su propia realidad.

Es una concepción dialógica, en la que ambas partes se retroalimentan y no pueden pensarse en forma aislada ni contradictoria. El proceso educativo es, de esta manera, un diálogo en el que los dos sujetos se modifican: una comunicación que echa por tierra toda oposición unidireccional. El saber se construye en el aula: no es ya un contenido curricular que el maestro deposita en el alumno «vacío»; es el propio alumno quien, partiendo de problematizar e interrogar su propio entorno y su cultura, crea ese saber con la guía del educador.

Y eso debe ocurrir desde los primeros pasos del aprendizaje, desde la misma alfabetización. Veamos cómo.

 

La fe en el hombre: la «alfabetización crítica»

«Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado» (Pablo Freire, 1970).

Al momento de bosquejar sus primeros métodos de alfabetizar que, como vimos, serían clave en su posterior desarrollo biográfico y conceptual, Freire analiza su propia infancia. Afirmará en un texto ulterior que «la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra ». De esta manera recuerda cómo, en sus años iniciales, lo primero que aprendió fue su mundo inmediato: hará referencia a olores, colores, sonidos y texturas que descubría.

Percepciones previas a la alfabetización y que en nada se parecían a la memorización mecánica de términos, ya que derivaban de su experiencia directa. Son estas experiencias directas del mundo que nos rodea las que el autor ubica en un lugar central a la hora de concebir lo que él denomina la «alfabetización crítica». Nuevamente, no es la cultura letrada la que, como mero contenido, debe volcarse sobre el alumno iletrado, sino que es el alumno, y su propia experiencia del mundo, el punto de partida del proceso de alfabetización.

En el nordeste brasileño, más de la mitad de la población era analfabeta. De ahí que este revolucionario estuviera concentrado en romper lo que él denominaba «la cultura del silencio». Partiendo de esas experiencias crea su método, absolutamente innovador, que se detalla a continuación.

 

Alfabetizar: el método y sus distintas fases

Primera fase

Detección del universo vocabular del hablante. Son sus palabras las que constituyen la primera piedra de esta construcción. Se parte de allí, de su habla, para iniciar el camino que llega a la alfabetización.

Segunda fase

Elección de las palabras de ese universo con mayor carga semántica. Selección de términos con peso emocional, en interacción con el medio ambiente de los educandos. Son las llamadas palabras «generadoras» o «generativas», de amplia riqueza fonética y pragmática.

Tercera fase

Con esas palabras se crea un «problema», una situación existencial típica del grupo con el que se trabaja, extraído de su vida cotidiana.

Cuarta fase

Elaboración de guías para los coordinadores. Aquí se utiliza material audiovisual, láminas y dibujos que complementan lo verbal.

Quinta fase

Descomposición y establecimiento de las familias fonéticas correspondientes a los términos «generadores». Creación de nuevos vocablos en base a esos términos, aplicables al problema propuesto.

De esta manera, la vida cotidiana de los educandos, el mundo y las circunstancias condicionantes que los rodean son parte constitutiva del aprendizaje. El analfabeto deja de serlo en el preciso momento en el que se transforma en sujeto activo del conocimiento. La cultura popular adquiere así un rol central, ya que no debe ser reemplazada por una cultura letrada externa al individuo, sino que ella misma es la generadora de ese saber.

Este proceso horizontal de aprendizaje restablece la dignidad del oprimido, escamoteada en la educación tradicional. Si la alfabetización antes era concebida como una técnica de decodificación que debía inculcarse, implantarse en el alumno contra su propia historia y su propia voz, esta nueva concepción recupera su patrimonio cultural y le devuelve la palabra, lo ubica en el verdadero centro de la escena. Eso explica, ciertamente, el éxito de su propuesta, desde sus primeras experiencias en el nordeste hasta el establecimiento de un plan nacional en todo Brasil, truncado por razones no pedagógicas. El carácter liberador de su método de alfabetización de adultos no solo era una convicción compartida por él y sus seguidores. También sus enemigos dictatoriales fueron conscientes de las posibilidades del Plan y, por tanto, de los riesgos de un proyecto de educación popular que propugnaba el derecho de los oprimidos a tomar la palabra.

 

Paulo Freire hoy: los alcances de su vigencia

La influencia de la obra de Freire fue y sigue siendo inmensa. Debates, centros de enseñanza y conferencias que llevan su nombre pueden verse a diario en foros o publicaciones educativas. Sus citas forman parte de cualquier análisis pedagógico medianamente serio y, probablemente, se trate del autor más mencionado en papers o trabajos académicos sobre la cuestión.

Si bien su teoría estuvo fuertemente influida por las ideas de su época — a las que contribuyó aportándoles solidez teórica y praxis política—, la fuerza filosófica de su planteo excede su propio presente hasta llegar al nuestro. Su concepción dialógica de la Educación, el rol central de la comunicación en ese proceso y la interactividad son elementos fundamentales para pensar el aula en este nuevo siglo. Y la necesidad de que la Educación sea herramienta de transformación social en un mundo cada, vez más desigual conserva toda su urgente importancia.

 

El saber se construye en el aula: no es ya un contenido Curricular que el maestro deposita en el alumno «vacío»; es el propio alumno quien, partiendo de problematizar e interrogar su propio entorno y su cultura, crea ese saber con la guía del educador.

 

Las nuevas tecnologías y la libertad

Uno de los aspectos en los que la mirada freiriana aporta su característica lucidez es el de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las llamadas TIC. Principalmente, en lo que estas tienen de interactividad, por cuanto requieren del sujeto que aprende una posición activa, con altas dosis de decisión y autonomía.

Si se visualizan estos instrumentos y el desarrollo que alcanzan en comparación con las aulas de mitad del siglo pasado (en las que el pedagogo de Latinoamérica realiza sus observaciones), se encontrará que resultan muy aptas para el cumplimiento de las premisas de un aprendizaje activo, alejando la reducción a mero depósito de la «educación bancaria». Más aún, distintos especialistas han llamado la atención acerca de los hipertextos, en los cuales la narración o el desarrollo informativo no poseen un final determinado, sino que es el lector/receptor/alumno quien, ejerciendo una libertad nunca antes alcanzada, construye su propio camino del conocimiento. La horizontalidad educativa, proclamada durante décadas por pedagogos y movimientos progresistas, parece ser una conquista del mundo de hoy.

Sin embargo, es conveniente volver a Paulo Freire también para morigerar el optimismo tecnológico — base de nuevas utopías, acaso esta vez más cercanas a Negroponte o a Steve Jobs— y no perder de vista el análisis crítico inserto en su propia visión del tema.

Podría decirse que, a la par que posibilitan una nueva horizontalidad y una posición activa del educando, las nuevas tecnologías, con sus redes sociales y todo el andamiaje de la Educación 2.0, también conllevan un enorme riesgo de banalización y uniformidad del pensamiento. Resulta paradójico que, en momentos en los que las fronteras del tiempo y el espacio tienden a desaparecer o difuminarse, los mensajes estandarizados sean mayoría en una sociedad que parece prepararnos solo para el consumo.

Sin la capacidad crítica para enfrentar semejante profusión de mensajes (en los que la publicidad se mezcla indisolublemente con la información), el sistema facilita ahora su obediente reproducción. Como si se instalara una nueva «cultura del silencio », globalizada y mercantil, en la que no es posible devolver la palabra a los oprimidos, porque han reemplazado sus condiciones reales de existencia por una vida virtual más o menos uniforme, superficial e ilusoria.

Nuevamente, el educador tiene aquí una misión esencial. Como en el método de alfabetización descripto, se trata otra vez de hacer pensar, de lograr que el educando problematice su propio lugar, también en el mundo virtual. Que utilice esas herramientas que las nuevas tecnologías brindan para interpelar y transformar su propia realidad y la de quienes lo rodean.

Lejos de perder el lugar central que el modelo contenidista le proporcionaba

—en tanto reservorio del saber «a depositar», hoy mejor distribuido en las redes—, la escuela adquiere en esta concepción libertaria y productivista un rol más importante. No solo como polo integrador de la sociedad en conjunción con las nuevas tecnologías, sino como el lugar privilegiado para poner en cuestión, problematizándolas, haciéndolas «tema», estas mismas herramientas tecnológicas y el lugar de cada uno de nosotros en ellas.

 

A modo de síntesis

El pensamiento de Paulo Freire resulta insoslayable en el ámbito educativo. Su obra y sus prácticas cambiaron radicalmente la relación maestroalumno. Permitieron dejar atrás una concepción contenidista, en la que el educador «depositaba» el saber en un educando pasivo, que solo se limitaba a absorber ese conocimiento sin cuestionar nada ni incluir en él su propio mundo y su propia cultura.

A este abordaje, predominante en su época, el pensador brasileño opuso una educación libertaria en la que el alumno es un sujeto activo que, partiendo de su propio mundo cultural, desde las cosas y las personas que lo rodean, problematiza su propia realidad, alcanza la alfabetización a través de un método que no borra sus propias palabras y reconoce el carácter transformador del saber. En este proceso el diálogo es esencial, y el educador se erige en facilitador de esa construcción colectiva, dual, en la que ambos aprenden uno del otro, uno con el otro.

La importancia de este autor es difícil de exagerar, por cuanto no solamente edificó una teoría sólida que aún hoy se debate en todo el mundo, cinco décadas después. También su práctica fue transformadora y sus métodos, de alta eficacia. La vigencia de sus ideas es amplia, a tal punto que permiten realizar un enfoque mucho más certero de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), alejado tanto de la utopía tecnológica que ve en Internet la solución a todas nuestras desigualdades, como de la pesadilla orwelliana que supone que estos tentáculos alienantes de pantallas omnipresentes borrarán para siempre la Escuela de la faz de la tierra.

Aplicando el modelo de una pedagogía crítica, siempre dispuesta a reformularse, las nuevas tecnologías pueden ser también valiosas herramientas para transformar el mundo, enseñándole al sujeto a apropiarse de ellas.

 

Bibliografía

  • FREIRE P, MACEDO D. (1989). Alfabetización, lectura de la palabra y lectura de la realidad. Barcelona: Paidós Ibérica.
  • FREIRE P. (1969). La educación de los adultos como acción cultural. Introducción a su comprensión. Cambridge, Massachusetts: Universidad de Harvard.
  • FREIRE P. (1972). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI.
  • FREIRE P. (2008). La educación como práctica de la libertad. Buenos Aires: Siglo XXI.