Jerome Bruner: la revolución cognitiva
Jerome Bruner vivió más de un siglo. Sus teorías del aprendizaje revolucionaron la psicología cognitiva y el concepto mismo del aprender. Su obra rebasó con creces los límites de las concepciones conductistas y permitió un acercamiento palpable a la respuesta de uno de los interrogantes primordiales del ser humano: ¿cómo conocemos?
Jerome Seymour Bruner nació en Nueva York en 1915. No siempre se tiene en cuenta que este autor, que avanzó como pocos en la conceptualización de la percepción, estuvo completamente ciego los dos primeros años de su vida, hasta superar dos operaciones de cataratas que le permitieron algo de visión. Sus padres, de origen polaco, se ocuparon siempre de su educación. Los ahorros familiares destinados a su formación colaboraron para que en 1937 se graduara como psicólogo, en la Universidad de Duke.
De la guerra a Harvard
Como le ocurrió a buena parte de su generación, la Segunda Guerra Mundial atravesó su vida. Ingresó a las filas del ejército y sirvió al mando del General Eisenhower, como psicólogo en los cuarteles norteamericanos en Francia (fuerzas aliadas), con el objetivo de alivianar las heridas mentales de la contienda bélica en los propios soldados.
Esta psicología «de cuartel» le sirvió para entender al ser enfrentado a sus necesidades. La guerra fue para él también una fuente de enseñanza. Luego del conflicto, comenzó a dar clases en Harvard, donde había completado su doctorado en 1941, poco antes de Pearl Harbor. Allí, en la universidad más prestigiosa de su país y en franca oposición al conductismo preponderante, abriría unos años después el primer Centro de Estudios Cognitivos del mundo.
¿Cómo funciona nuestra mente?
La investigación y la elaboración teórica de este autor se contraponen fuertemente con los conceptos de su época, dando lugar a una nueva formulación de la percepción como actividad humana. Dos son los enfoques que mayoritariamente se utilizaban hasta entonces para abordar este fenómeno. El primero, que podríamos denominar «tradicional», en el que las cualidades del objeto (colores, formas, olores, sonidos) ingresaban al individuo a través de sus sentidos; y este, pasivamente, los recibía como estímulos y recién entonces comenzaba su tarea. El segundo, opuesto al anterior, estaba concebido con un psicologismo abrumador, en el que solo la interpretación del individuo proveía de sentido al objeto.
La concepción de Bruner junto a Leo Postman, que dio origen al llamado New Look, interpretó a la percepción como una forma de procesamiento influida por necesidades, creencias y expectativas. Así, cuando tenemos hambre, agudizamos el sentido del olfato y eso nos permite percibir antes olores de comida que, si bien existen independientemente de nosotros, son «destacados» del conjunto de aromas por nuestro interés.
En 1947, en una de sus pruebas, trabajando con niños y niñas de bajos recursos, encontró que percibían las monedas como de mayor tamaño del que poseían. Son esas expectativas y saberes previos del individuo los que, según este científico, la psicología ignoraba en los experimentos conductistas, que solamente tenían en cuenta el estímulo de toda percepción.
Hacia un modelo de aprendizaje
El ser aprende, incorpora nuevos conceptos para poder interactuar con los demás y con el entorno. Y esas incorporaciones no son nunca una mera respuesta a un estímulo condicionante, sino que cuentan con una activa participación del individuo, de sus expectativas y saberes anteriores, junto a una comunicación con un tercero. De ahí que se enfatice, en el aprendizaje del lenguaje, por ejemplo, el rol de madres y padres, la familia y la escuela: lo que esta corriente de pensamiento denomina «ambiente».
El estímulo externo existe, pero es el individuo quien lo selecciona y procesa, para luego acumularlo en una suerte de depósito de la memoria o almacenamiento.
Jerome Bruner distinguirá dos grandes motores en la categorización, es decir, la capacidad del ser humano de clasificar y estructurar la información de su entorno. El primero, Concept Formation, atañe a la construcción e incorporación de conceptos. Este procedimiento dura toda la vida, pero es el primordial en la primera década de existencia. Es el aprendizaje en estado puro, y merced a su desarrollo, se produce un segundo proceso: Concept Attainment, que le permite comparar categorías ya conocidas con otras nuevas, establecer operaciones de inclusión/exclusión, etcétera.
La concepción de Bruner junto a Leo Postman, que dio origen al llamado New Look, interpretó a la percepción como una forma de procesamiento influida por necesidades, creencias y expectativas.
Los modos del conocer
Siguiendo con este razonamiento, el norteamericano establece tres modos o formas del conocimiento, que se interrelacionan en distintos momentos evolutivos hasta alcanzar mayor complejidad.
- Modo enactivo. Es el modo de relación directa con el objeto a conocer. Es típica en los primeros estadios del desarrollo (en esta mirada puede verse la enorme influencia de Piaget), y configura un aprendizaje por procedimientos.
- Modo icónico. Es el aprendizaje a través de elementos visuales reconocibles, similares al objeto, pero no idénticos. Dibujos y fotografías componen esta modalidad, que el/la niño/a utiliza desde los 3 años aproximadamente.
- Modo simbólico. Se trata de un nivel de desarrollo intelectual mayor y está integrado por símbolos, palabras, conceptos; estos precisan de una creciente capacidad de abstracción, que se alcanza en promedio hacia los 6 años de edad.
La evolución de la inteligencia pasa justamente por la interacción y mayor dificultad de estos tres modos. Se observa con claridad en Bruner una estructura de operaciones que se van apoyando unas con otras, constructivamente, lo que por supuesto refleja una fuerte lectura de Jean Piaget. Como afirmamos siempre en estas páginas, nunca hay invención absoluta de un genio individual, sino que es el desarrollo de estas investigaciones, en distintas latitudes y tiempos, lo que permite alcanzar nuevas definiciones a la ciencia.
El estímulo externo existe, pero es el individuo quien lo selecciona y procesa, para luego acumularlo en una suerte de depósito de la memoria o almacenamiento.
Su aplicación en el aula
Las consecuencias de esta revolución en las aulas de todo el mundo son contundentes y diversas. Al concentrarse en el funcionamiento de la mente, Bruner abogó por lo que el definía como «aprendizaje por descubrimiento», en el que la función docente consistía en la motivación a sus alumnos, en interesarlos en descubrir a través de un diálogo activo con el entorno.
Esto se oponía a las tradicionales concepciones nemotécnicas, que no tenían en cuenta el funcionamiento mental ni los modos del conocer. Es esencial, entonces, una presentación adecuada de la información y la generación de contextos propicios para la actividad educativa.
El/la tutor/a será responsable de una interacción permanente, sistémica, de respeto mutuo, entre los participantes del proceso. Existe una primera función de activación, definida como aquella que, gracias a una planificación cuidadosa, consigue motivar al educando. Luego le sigue una etapa de mantenimiento, de refuerzo de ese interés. Y, finalmente, la consideración de la dirección, en la que toda escala de lo aprendido es al mismo tiempo la puerta de entrada a un nivel de conocimiento superior.
Si intentamos entender estos conceptos en lo que hace a la planificación curricular, ya es momento de afirmar que la teoría cognitiva dejó como valioso legado lo que se conoce como «currículo en espiral». Este sugiere la introducción de diferentes temas en lenguaje apropiado a cada edad, y la reaparición de esos mismos temas en cada una de las etapas siguientes, pero adoptando una nueva complejidad que incorpora elementos y conceptos inéditos; en estos, la creatividad y la búsqueda de soluciones constituyen el objetivo de la enseñanza. Esta concepción fue de gran importancia en su época y continúa hasta la actualidad.
Jerome Bruner dirigió el Centro de Estudios Cognitivos durante más de una década, hasta que, en 1972, abandonó Harvard para dirigirse a otra universidad de gran prestigio: la de Oxford, donde continuó avanzando con su cuerpo teórico. Por aquellos años llegó a elaborar una teoría interaccionista sobre la adquisición del lenguaje.
En las décadas de 1980 y 1990 vivió en Nueva York, y en la universidad de esa ciudad trabajó junto a antropólogos/as y lingüistas, fue reconocido como un especialista de trascendencia global. Se mantuvo activo hasta cumplir un siglo de existencia. Falleció en 2016, en un mundo que él había ayudado a cambiar.
¿El hombre máquina?
En la concepción de Bruner, lo fundamental es el significado que el hombre les otorga a las cosas en su encuentro con el mundo: una revolución que pone a la mente en el centro de la escena, mucho más que los estímulos y las respuestas. Esta «revolución cognitiva», de la que hemos desarrollado aquí algunas de sus características principales, conmovió los cimientos de su época y tuvo epicentro en los Estados Unidos hacia la mitad del siglo pasado.
Con el correr del tiempo y el avance de nuevas concepciones, muchas de estas ideas fueron mutando de manera obsesiva hacia el procesamiento de la información. Se produjo la instauración de una ciencia cognitiva de la que formaron parte los campos de la Matemática, la Computación, la Cibernética y la Teoría de la Información.
Muchos de estos estudios conciben fuertes similitudes entre la mente humana así descripta y las computadoras, justamente en lo que hace a ese modo de procesar. Se ha corrido el riesgo y a veces alcanzado el absurdo teórico de que una mirada que nació para contrarrestar el conductismo de su época acabara generando uno nuevo donde, en lugar del clásico esquema E-R (estímulo-respuesta), se esgrimiera el nuevo Input/Output, dejando de lado la complejidad de sus inicios.
Es importante destacar que nada está más lejos del pensamiento de Bruner, quien puso especial atención en los intereses, las expectativas y las subjetividades de la persona a la hora de conocer. Sus afectos, la cultura y la historia son, desde este autor, elementos insoslayables del análisis.
Bibliografía
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